Incierta certeza

Hoy desea el pez picar

Por Luis Ernesto González

A Sergio Soto, mudo porque ya vio

El caso es que me llama.
Todo rodeado de helechos
—tal vez sólo uno, tal vez en la maceta
de salpicaduras blancas—,
ese pasillo de la casa de la abuela
—Villa de Cortés, no apto
para independentistas… o lo contrario—
era la entrada al mundo de la vida más alta.

No la única. Pero fiel.
En casa también tenía mi umbral.
Y mi hermana; y sospecho
que mi madre y mi padre
sabían cómo llegar y lo decían
con ese idioma que se olvida
y regresa en los sueños.

Porque después, sí… después de los umbrales
todo se me va de la memoria
y me lanza señuelos.

No morirían los peces, si supieran.

Pero el caso es que muero
porque no pico
el anzuelo anhelado.

Será un acto de fe, pero me espera
ese umbral con helechos
para reunirme con los muertos amados
que cada día son más.

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