El telón
Por Patricia Gutiérrez-Otero
Arrellanada en un sillón bajo, mira sin ver: el techo, las paredes, los libros han desaparecido, sólo ronda el dolor oscuro. “Ha muerto”, le dijeron, le dicen. “¿Cuándo?”, preguntó. “Hace unos días”. Susurra: “Hace un segundo, hace una eternidad”.
El silencio brota del tumulto incoherente de los que acuden presurosos. La habitación se pobló de voces. “¡Cuántos muertos de un solo golpe!”, dijo después de sumirse en la mudez. “¿Cuándo callarán? La muerte es silenciosa, como yo”.
Los libros, los muros, las ventanas han dejado su lugar a la ausencia y al rumor de pasos eternos.
Arrellanada, la niña no sabe si duerme o vela. ¿Cómo caminar a oscuras? ¿Cómo comer a oscuras? La gran garganta famélica donde desaparecen los seres se abrió. Boca famélica y expectante del tiempo.
“Hay que vivir frente al telón, sin asomarse detrás”, dicen las voces. La niña deja el sillón, se levanta y baja al comedor, donde su madre la llama.
Me gusta tu texto, sobre todo esa frase: Boca famélica y expectante del tiempo. La fotografía es impactante y muy acorde a tu escrito.
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