Necton de tierra

Mi abuelo no hablaba alemán

Por Juan Jacobo Schmitter

Mi abuelo no hablaba alemán, ni siquiera schwyzerdütsch, aunque su padre había nacido en Basilea.

Al llegar a Toluca a fines del siglo XIX, Herr Friedrich Schmitter no sólo se nacionalizó mexicano, sino que se convirtió en Don Federico. Ni su esposa ni sus hijos barruntaron tedesco alguno. Mi ancestro cortó toda amarra con Suiza.

Mi abuelo defendía con igual tesón la pureza de la búsqueda científica del conocimiento y la del idioma español. ¿Qué es esto?, me decía, sosteniendo una pieza de cristalería de laboratorio.

— Un tubo de ensayo — respondía con aplomo su nieto, todavía en edad de un solo dígito, pero pedante desde entonces.

— De ninguna manera — resoplaba el insigne minerálogo, sin grados académicos, pero más respetado que cualquiera en el Instituto de Geología de la UNAM— Es un tubo de ensaye.

De su cuello colgaba siempre una lupa, con la cual aprendí a encontrar cristales de mica y cuarzo en innumerables pedruscos alineados en vitrinas de su casa en Coyoacán. También lo vi usarla en el campo. Lo acompañé a los Dinamos en busca de meteoritos, al Ajusco en pos de bombas volcánicas y a algún paraje del rumbo de Pachuca tras la cantera de donde salió Tláloc. Cuando yo partía en mis propias excursiones, siempre traía conmigo muestras para su opinión.

Mi abuelo armaba experimentos en el patio y ponía laminillas bajo el microscopio. Yo me sentía un Axel verniano y lo veía como a un Otto von Lidenbrock. Me enseñó que cuando se mira por el ocular con un ojo, el otro ojo debe permanecer abierto también; esa habilidad sirve para tomar notas o dibujar al mismo tiempo que se observa.

Mi abuelo escuchaba con atención mientras yo torturaba a Beethoven en el piano, y me alentaba al terminar la pieza, siempre con una crítica dura pero positiva. No obstante, cuando yo era más pequeño y mi instrumento musical eran unos tubos metálicos que colgaban en su chimenea a manera de cortinilla, me increpaba con acritud:

— ¡Ésa no es una marimba!

Sobre esa chimenea había una foto en color, bastante grande, de un mineral amarillento, con el rótulo schmitterita (telurito de uranilo). Nunca faltaba el invitado ignorante que preguntaba:

— Profesor, ¿usted descubrió ese mineral?

Mi abuelo se ponía furioso.

— ¡Por supuesto que no! Lo bautizaron en mi honor otros colegas por mis 50 años de trabajo. ¡Si yo la hubiera descubierto, no tendría el pésimo gusto de ponerle mi propio nombre!

Mi abuelo no toleraba el barullo infantil, pero juntaba a los nietos en nochebuena para quemar cohetes.

Otros días nos interrogaba uno por uno, con afable severidad:

— ¿Cuál es tu materia favorita en la escuela?

Una prima respondió, con soez carcajada:

— ¡El recreo!

Silencio del abuelo, silencio del resto de los chamacos. Al cabo de un par de segundos:

— Qué respuesta tan zoquete. Qué pena.

Mi abuelo a veces reía. Por ejemplo ante ilusiones ópticas que mirábamos juntos, cuando yo tardaba en detectar la doble imagen:

— Sí, mira, también hay una anciana, no sólo una jovencita. ¡El collar son los dientes! ¡Je, je!

Mi abuelo y yo vimos juntos el Mundial de Argentina 1978. Él le quitaba el volumen al televisor porque no soportaba a los locutores; le parecía una soberana estupidez que le narraran a uno lo que se estaba presenciando al mismo tiempo. Había algo de paradójico en esos silencios futboleros.

Cuando por fin aprendí a tocar aceptablemente la sonata Claro de Luna, mi querido maestro y abuelo Eduardo Schmitter Villada se fue sin despedirse, sólo un par de días antes del concierto.

Le dediqué mentalmente esa pieza y, a veces, se la sigo dedicando.

10 Comments

  1. Yo conocí al profesor Schmitter allá por los 70’s, en su laboratorio del museo de Geología. De la materia de Geografía de la Prepa 9 nos dejaron la tarea de visitar el museo, rápidamente me di cuenta que esa sería mi profesión, en esa visita me guiaron a su laboratorio, como a muchos que he leído, el profesor me introdujo en su mundo que hice mio e incluso después lleve a un amigo ahora Biólogo que nos tenia encantados con sus enseñanzas y comentarios…uno que marco mi vida fue » mira viejo, en la vida si logras trabajar en lo que te gusta y todavía te pagan estas del otro lado» …..me dolió mucho saber su pérdida allá por los 80´s, nunca le pude dar las gracias por iniciarme en la Geología, y si, tenia razón el viejo en lo de amar lo que uno hace… eso se lo debo!!
    Geol. Carlos Navarro Ochoa (64 años).
    Deberíamos reunirnos los que lo recordamos entrañablemente…

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  2. El profesor Schmitter me dio clase ce Mineralogía en la carrera de Ingeniería Química Metalúrgica de la UNAM; me decía » mira viejo» sobre los colores de los minerales; yo lo visitaba al Instituto de Geología, era un sabio, paciente, siempre tenía un comentario de fondo cuando le preguntábamos sobre los minerales. Lo visité en el museo de Minerales. Un señorón y profesor de aquellos, que solo con su presencia te imponía respeto para el y su entorno.

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  3. Gracias, Gerardo Zenteno. Ya le dimos tus datos al autor del texto. Saludos y muchas gracias por visitar La hormega.

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  4. Ahora algo ya viejo, busco recuerdos no de mi infancia, sino de mi juventud en los setentas. Y Eduardo Schmitter està en mi mente, èl me enseñò sin decirmelo a investigar, a ser optimista, a ser serio con el trabajo , a trabajar todo el dìa, a tener proyectos que los otros llamaban guajiros, pero emocionantes .Èl me pidiò en una ocaciòn que despues de estudiar el tema de las rocas alcalinas calculara la gasolina necesaria para irnos de viaje a Alaska por todo la costa del pacìfico a buscar rocas alcalinas en una caminoneta VAM cuatro por cuatro.Dimos marcha atràs un años despuès al darnos cuenta que tendrìamos dificultad en reabastacernos cada rato de gasolina porque el tanque de la camioneta era muy pequeño.Sin embargo, en los preparativos me enseñò y leì bastante de rocas alcalinas , me volvì un experto.

    Luego un dìa llegò con el proyecto de hacer morteros de àgata para moler a mano minerales para estudio en laboratorio, pensamos juntos, me diò la oportunidad de pensar junto con èl y practiquè desde la hechura de esos morteros hasta la mejora de los que en Alemania se hacìan.Luego dejamos de hacer èsto porque no habìa presupuesto para salir al campo y colectar àgatas de lo mejor para esto. Me volvì un experto en morteros de àgata.

    Otro dìa llegò al laboartorio del museo de geologìa de la UNAM adonde trabajàbamos, me preguntò sin màs: oiga viejo de 20 años .. còmo le harìa usted para probar un mineral como abrasivo y pegarlo en un papel para hacer una lija? ..no supe la respuesta , pero èl maestro me diò toda una clase de razonamiento y experimentaciòn que nunca he olvidado y ahora trato de que mis estudiantes conozcan.

    En los cinco años que estuve trabajando al lado de èl y de su esposa la Señora Rebeca Martìn del Campo tuve cada dìa una nueva y brillante experiencia de aprendizaje , de amor al trabajo de los minerales, de amor a la desencia , a la ciencia , a la UNAM, al respeto a la familia, a la amistad a la discreciòn,: Jamàs vì envidia en el profesor, jamàs mala fè y sì vì un enorme desdèn por lo superfluo por la vulgaridad por la deslealtad.

    Tres detalles:

    decìa el Maestro que habìa una tiendita en un pueblito de Oaxaca un letrero » ..hay papel de china de todos colores, y colorado tambièn!!!

    decìa el Maestro: «cuando vaya a Oaxaca viejo , pàrece en el poblado (bellìsimo) de la Carbonera y comerà una sopa de fideos magnìfica , que ni en Francia la comerìa «. Ahora vivo por aquì y recuerdo esos tiempos con los Schmitter y la UNAM.

    me platicò el maestro que cuando de jovencito se enfermò con delirios solo gritaba «»» Madre no he de comer hasta que la Luna entre en conjunciòn con el Sol.. » Por què decìa eso y què significaba eso eran dos misterios para èl y pensaba que tal vez se los llevarìa a la tumba.

    Saludos

    Al Nieto grato de mi entrañable Maestro.

    Jorge Dìaz de Leòn

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  5. Magnífico que hayas tenido la fortuna de hacerte acompañar, educar, medir de «un abuelo que ganara una batalla»… de ganar un paraje en la selva de recuerdos. Los abuelos clásicos suelen ser inolvidables, casi siempre por bondadosos y alcahuetes o por tiranos y severos, de cualquier modo, tener un minerólogo por abuelo con la disposición a transmitir la pasión por el conocer es como para, como se lee en tu retazo de memoria, dedicarle algunas líneas, algunas palabras y la intención de que se conozca quien nos ha formado, la necesidad de revelar quien nos enseñó a mirar el asunto de vivir, con otros colores y otros cristales.

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  6. Que maravillosa es la memoria cuando nos permite revivir el encanto de los tiempos pasados! Recuperar con añoranzas aquellos momentos y a las personas que han iluminado nuestras vivas es un regalo a nuestro presente y al de quienes a través de la lectura comparten nuestras vivencias.

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  7. ¡El profesor Schmitter –como otros mexicanos de su época– sabía acotar con acierto los límites de la ironía, el humorismo, el buen gusto y el bien decir. !Era un tipazo!

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  8. Sin dura estará a tu lado en el España-Holanda. Busca TVC deportes, los comentaristas son bastante ménos inbéciles que los batos de Tv Azteca y Televisa. Suguro ese don tu abuelo tambien te enseñó la diferencia entre los matraces -el matráz erlenmeyer y el resto de de la botellería laboratoriesca- Buena cosa esa de la ciencia y sus utencilios.

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