Conversación por escrito
Bárbara Hernández
I
¿Hace cuánto que no nos leíamos? Pregunta y me quedo sin respuesta. No hice cuentas, no lo pensé necesario, ya no digamos posible. Cuando uno se despide no piensa en regresar.
Suena en mis oídos Tougher than the rest, allá en el fondo es 1997 aunque la canción sea anterior, cuando The Boss tenía cabello y menos arrugas. El tiempo corre ahora mientras escribo, hay una avalancha de recuerdos en mis ojos, en mis dedos. No atino a escribir lo que muchas veces pensé que diría. Pero así son los reencuentros, no hay escenario suficiente ni perfecto que supere la realidad. La expectativa es cruel si uno se abraza de ella.
La salida es responder con preguntas, que si la vida que si el trabajo que si los hijos que si los pañales y los pediatras que si uno medio duerme el primer año… se acaban las ideas. Caemos en temas tradicionales, como la política y el futbol, en la economía y los odios que se retuercen en la panza.
¿No estás cansado de enojarte? Y explota. Bingo. La pregunta con respuesta tan larga que se agota el tiempo y el reencuentro pasa del café al jugo de limón sin aviso. A veces forzar la salida ayuda a distraer los miedos. No tengo ánimo de parar, ni de evitar que su enojo crezca. Regresamos al 2008, cuando nos despedimos por enésima vez.
Tengo la fabulosa capacidad de hacer explotar al más calmo y paciente interlocutor. Qué se le va a hacer.
II
Último round. ¿Te has fijado cómo se parecen el box y las relaciones interpersonales? Jab, jab, juego de piernas, uppercut derecho, atrás, mides, esperas, lanzas, derecha, izquierda, se acaba el tiempo, jab, jab. Suena la campana. Sudas, te retiras, descansas. Recibes motivación, a veces…
Yo que tanto te criticaba el gusto por ese deporte, mírame de vendas y guantes negros. Nunca sabes cuánto hay de técnica y arte hasta que lo practicas, me dijiste. Uno se enfrenta al cuadrilátero, subes con miedo, sabes que en cualquier momento te descuentan y tirado boca arriba sin darte cuenta la certeza de haber perdido te llega de golpe, a golpes.
Y es que se aprende de las caídas. Como cuando te subes a una bici y te rompes la madre o los dientes, según sea el caso. Nadie te dice que los golpes sirven para eso, hasta que solito lo descubres. Y duele.
Mis dedos de mujer se llenaron de heridas, de torceduras, el dedo anular, el izquierdo, jamás volverá a su lugar. Qué ironía…
Escribir y boxear es muy parecido. Te paras frente a la hoja en blanco, con miedo, lanzas algunas frases, sudas, peleas por no caer vencido. Las distracciones son muchas y corres peligro de perder.
¡Ponle cara! No sólo golpeo, grito, exhalo lo último que tengo. Te pensaba, es verdad, sólo quería derribarte… y fue el costal el que me devolvió el golpe. Qué se le va hacer. Estaba enojada contigo y me senté a llorar. El entrenador me volvió a gritar que le pusiera cara al llanto y me levanté… ¡A limpiarse los mocos, a seguir! Porque en la vida, como en la escritura, como en el box, se vale llorar. Pero nomás poquito.
III
¿Cuál es la realidad? ¿Lo que pasa en estas líneas o lo que hacemos fuera de ellas? Puedo escribirte los versos más cursis esta noche y otras, por aquello de tu cumpleaños o ese logro laboral o haber salido de esa tormentosa gripa… ya no importa.
Te escribo en este otro mundo con este otro lenguaje. Ya no hay tiempo, llego a la edad en que posponer es suicida. Dejar para después puede transformarse un nunca y otra vez, no hay plan de regreso. ¿A dónde va uno si ya quemaste las naves? ¿Cómo huir del No lo vuelvo a hacer y abandonar el puerto?
Te digo, que es como si te escribiera, te escribo y es como si te soñara, te sueño y es como si retomara nuestra historia, (dije ¿nuestra?) otra que contamos en esos mundos paralelos, esas otras realidades, es como si fuera otra y fueras otro pero fuéramos unos, los nosotros.
Quedan lejos los eclipses lunares, quedan atrás las terminales de autobuses y las carreteras sin curvas, la mariposa en el refrigerador, La Vaga en su cama… No puedo decirte adiós, tampoco puedo recibirte, no puedo escribirte adiós pero te escribo y nos despedimos hace varios meses, ¿cuánto es eso? ¿cómo se miden las despedidas?
El hilo de la conversación se corta. Tal vez sea tiempo de decir y hacer más que de contar. Todo menos un quizá, un tal vez. Los puntos finales existen.