Musiquerías

Arli Lieberman

Alberto Díaz del Castillo (CRUSH)

Saludos estimados lectores, bienvenidos a esta mi segunda entrega para La Hormega.

En esta ocasión platicaré un poco sobre un guitarrista cuya música es excepcionalmente relajante, me refiero a Arli Lieberman, cuyo estilo deambula por los mágicos caminos de el Ambient Guitar. Arli realiza su trabajo musical utilizando live looping, creando texturas sonoras al ir empalmando acordes, melodías y ritmos en singulares piezas que nos transportan a un mundo etéreo, donde el límite es nuestra imaginación.

Realiza sus melodías utilizando el E-Bow, popularizado por The Edge de U2, con este artefacto logra notas con prolongado sustain, que logran acceder a lo más profundo del consciente y relajar la mente a profundidad.

Además de su composiciones originales, Arli realiza covers instrumentales de temas conocidos, siempre en el contexto del live looping y utilizando su mágico E-Bow, lo cual le da un toque nuevo y fresco a temas que ya rondan en nuestro subconsciente cultural.

Sin duda su música es algo más que interesante, pero más allá, un servidor la consideraría música para sanar el alma, al escucharla, uno se olvida del ajetreo del mundo tan acelerado en el que vivimos, y por un momento, se siente paz y armonía, algo que sin duda es necesario hoy día.

Escuchen su canal en youtube y juzguen por su cuenta, les aseguro que les quedara un buen sabor de boca, o mejor dicho, un buen sabor de oído. Aquí les dejo el enlace. ¿Están listos para escucharlo? https://arli.bandcamp.com/album/allegra

 

 

Arena negra

Invitación

Andrés Uribe Carvajal

¡Basta de viajes por unos meses!

Vamos a trabajar en tierra un rato, amigos ¿por favor me ayudan a compartir? Gracias.

Andrés Uribe Carvajal, cursos de guitarra La hormega

Musiquerías

La llorona

Alberto Díaz del Castillo CRUSH!

Qué tal estimados lectores, los saludo desde esta mi nueva trinchera como escritor, (si he de atreverme a usurpar ese título claro está), ya que mis andares por el mundo de las artes han bifurcado en la música y en el diseño, venga entonces un camino artístico más por explorar, espero sea de su agrado.

Más que pretender hacer una crítica musical, en estas líneas busco simplemente dar mi muy humilde apreciación de un tema, corriente o propuesta musical, nunca intentando demeritar el trabajo de sus autores, ya que toda pieza musical es en sí una obra creativa de arte, independientemente si es o no del agrado del que escribe.

Y como bien dice la sabiduría popular, si hay que limpiar, empezar por casa, o, si se ha de hablar hay que comenzar por uno mismo (valga la redundancia), comenzare esta mi primera incursión en el mundo de la letras hablando sobre un tema, que aclaro, no es de mi autoría, ya que es una pieza que forma parte de nuestro extenso folklore musical, y para la cual, trabajé un arreglo diferente adecuado a mis pretensiones musicales, el tema en cuestión es el tradicional son itsmeño la Llorona.

Este tema ha sido cubierto en innumerables ocasiones por incontables artistas, cada uno de ellos le ha dado su propia interpretación: se cambian estrofas, se añaden otras, se cambian las instrumentaciones etc. pero la temática es una constante a mi parecer, el desamor que sufre un individuo por una dama, que lo lleva al borde la locura viendo a la Llorona (al parecer su amada) por todas partes, contándole a ella su pena de amor.

En mi particular versión, he decidido dar un giro diferente a la tradicional temática (en cuanto a inspiración se refiere). A sabiendas que la leyenda menciona a una mujer que llora por sus hijos perdidos, y habiendo escuchado otra versión de esa leyenda en la cual refiere a un fraile de tipo de la conquista el cual escuchaba los gritos de una mujer, y al preguntar de quÉ se trataba le comentaban que esos gritos son de la tierra misma que lloraba por todos sus hijos brutalmente asesinados por los conquistadores; decidí darle ese giro de dolor y sufrimiento.

Esta versión es de carácter instrumental, en la cual, la guitarra lleva la voz cantante iniciando de manera tranquila y después teniendo arrebatos de intensidad y furia que llegan a intervalos constantes hasta desembocar en un trágico estruendo, en la pieza se pueden apreciar percusiones que hacen referencia a los tambores autóctonos de nuestros ancestros, el sonido de la guitarra pretende ser ese desgarrador grito de nuestra tierra llorando por sus hijos perdidos, la pieza va avanzando en intensidad, dando a entender la forma en que el sufrimiento cada vez es mayor, hasta llegar a una explosión de desesperación al acercarse el final de la pieza.

Esta pieza pretende ser un homenaje a todos aquellos desparecidos en nuestro país, a los 43, los del 68, los mártires de Rio blanco, a aquellos que se han perdido para siempre en Lecumberri y San Juan de Ulua, a los que yacen inertes en el Pozo Meléndez, a todos los que han perdido la vida en esa guerra tan estúpida e inútil que se ha librado contra el Narco, y la lista es interminable, venga entonces, que esta pieza los honre y recuerde.

Escuchen mis estimados lectores la pieza en las siguientes ligas, háganme saber su opinión sobre ella, que no hay peor crítica que la que no se hace. 1

https://soundcloud.com/crush-musica/la-llorona

Arena negra

El blues del diablo

Temprano esta mañana, el diablo toco mi puerta.
Temprano esta mañana, el diablo toco mi puerta.
Y yo dije: Hola Satanás, creo que es hora de irme.

Andrés Uribe Carvajal

La mujer del local me miraba detrás de las botellas de whisky. Era el diablo a quien no pude reconocer en ella. Tuve el error de seducirla. Hace tiempo que yo debía haber estado aquí pagando mi deuda, han pasado ya seis años.

Me fui al cruce un día cualquiera, el polvo se levantaba furioso sobre el suelo, la 61 con la 49, dos autopistas que se interceptaban, y yo ahí plantado. Un muchacho que no tenía nada, que lo había perdido todo. Primero Virginia, luego la bebé. Él debería aparecer en cualquier momento.

Al cabo de la media noche, se acercó un hombre vestido de negro y me miró fijamente. Sus ojos parecían huecos, como un pozo sin fin, sobre los cuales la luna se reflejaba. Estuvo así un tiempo, fijo, como para ver si yo estaba dispuesto a hacer el trato. Di un paso adelante, y me sonrió mostrando unos dientes oxidados.

Tomó mi guitarra entre sus manos y tocó la melodía más triste y bella que jamás había escuchado. En ella cabían todas mis penas, todas mis alegrías, Virginia, la bebé, la vida, la muerte. Al cabo de un rato paró y me devolvió la guitarra, dijo que volvería a verme en un tiempo, después desapareció detrás de una cortina de polvo y no volví a verlo jIMG_20150504_121806amás hasta este día.

Cuando me otorgó la guitarra sentí como podía correr por mí una fuerza extraña entre mis manos, mis dedos parecían moverse por su cuenta por el mástil de la guitarra.

Algo en mí había cambiado. Ya no era un muchacho cualquiera.

Cada que subía al escenario me sentía poseído y furioso. La gente gritaba y yo sentía que cultivaba al diablo en cada uno de ellos con el llanto de mi guitarra. El diablo y yo caminábamos juntos. Me gustaba esa sensación. Hice mías a cuantas mujeres quise por las ciudades a las que fui. Estaba hambriento, nunca pude estar en paz, viví aprisa como él me lo indicó.

Mi nombre es una leyenda y esa leyenda termina su historia hoy, con este último trago de whisky. Me han envenenado en el Three Folks, siento como la muerte corre por mi cuerpo mientras toco mi última canción. El hombre de los dientes oxidados me sonríe desde el público. Viene a cobrar mi alma. La música seguirá sonando dejaré mi guitarra a un lado, y sin decir una palabra saldré de este local para encontrarme con él a pagar lo que hace seis años le prometí.Lh

Arena negra

Domingo

Canta domingo canta,
detén tus llamas madera maya,
dile guitarra mujer gaviota,
dile que cante, que no se calle.
Mario A. Ramos

Por Andrés Uribe Carvajal

Hace unos cuarenta años, en San Luis Potosí, apareció un músico foráneo proveniente del estado de Yucatán. Por cierto y como paréntesis, remontándonos a la etimología de la palabra de origen maya, el significado más acertado para traducir la palabra Yucatán al español es: “No entiendo”.

Se dice que cuando los españoles llegaron a la península, interrogaron de manera abusiva a los indios, y estos, para desatenderse de ellos, decían: Yucatán “no te entiendo o no soy de aquí”. Comento esto brevemente, ya que la incomprensión será el estigma clave en la historia de Domingo.

Domingo llega a la ciudad de San Luis a una temprana edad, cargado de sueños y un vasto aprendizaje musical, resultado de un exhaustivo estudio. Sin más posesiones que una guitarra y un bonche de casetes al hombro (grabaciones que había realizado de guitarra clásica, ritmos latinoamericanos, música contemporánea y canciones propias) Sale a las calles de la ciudad en busca de productoras y agentes que puedan financiar y producir su material.

Hay que situarnos en la época y recordar que la realización de una producción de manera independiente si bien, en la actualidad es una tarea complicada, hace unos años era una labor inimaginable, de ahí el gran éxito y auge de los grandes sellos discográficos. Lo malo es, que a las productoras y disqueras del momento, poco les interesan las propuestas creativas y originales. En ese tiempo el auge y enfoque es otro, y está dedicado a popularizar por presiones políticas y televisivas, el decline de la “buena” música, y a sobreponer de manera inconsciente; música barata y sencilla con líricas y ritmos repetitivos que inducen al hipnotismo colectivo.

Domingo queda devastado, va de edificio en edifico y de calle en calle, con la puerta sobre las narices, como si todos sus esfuerzos realizados por el día, se le des-tejieran por la noche, dejándolo así, de nuevo desprotegido. Para él, la música es su única forma de vivir y de existir en este mundo, pero ¿cómo existir en ese mundo?

Pareciera ser que estando lejos de Yucatán vuelve a las raíces y la condena de la incomprensión. Y por su mente de nuevo cruzan las palabras que resultan del significado de su estado madre: “No entiendo, no soy de aquí.”

Se siente deprimido, simplemente no hay espacio para su música, y esa declaración también supone que no hay espacio para la vida. Para su propia vida. Mejor sería morir. Y así, una vez de regreso en su natal ciudad blanca Mérida, sin más que esa trágica convicción, sale un día al Parque Santana armado con una garrafa llena de gasolina y se la vacía sobre la cabeza, dejándolo inundado del terrorífico líquido que sería el preludio de su muerte, se prende fuego y muere entre las llamas de la madera de su guitarra.

Muchos no lo saben pero los artistas, están desprotegidos de cualquier cobijo por parte del Estado, dígase plan de retiro, seguro médico, o prestaciones. Sin embargo, si están obligados a pagar impuestos que mantengan dicho Estado. Un estado que por cierto, no los defiende. Y ese capital mama de los agujerados bolsillos del artista, del cual aparte de rendir cuentas, tiene que auto- financiar producción, difusión, material, técnicos, teatro, etc. Una barbaridad. Créanme que cuando escuchamos la popularizada frase “por amor al arte”, ésta debe ser entendida desde un seno casi maternal, es decir; sin interés de reciprocidad alguna. Un amor supremo y sincero, pero sobre todo fuera de cualquier lógica.

Historias como la de Domingo hay muchas, es difícil sobreponerse de la desilusión que pueden causar las condiciones externas, como la falta de oportunidades, el recorte de presupuesto, las ganancias mínimas o simplemente la falta de interés hacia la cultura por parte de la población. Como artista, espero un día hallemos la brecha que nos logre sostener económicamente y el apoyo que nos alivie como un bálsamo para seguir desarrollando nuestro arte de manera óptima. Hasta entonces más nos vale forjar el espíritu y mantener un optimismo casi infantil, que nos libere de cometer cualquier atrocidad. Como dijo Antonio Sánchez (baterista de jazz) “Hay que tener una piel muy, muy gruesa”