Yo lector

Sol y sombra a manos llenas

Juan Pablo Picazo

Dicen las viejas costumbres que como todo, cada lectura es un viaje, como lo es cada vida; y si hablamos de una vida contada y escrita, y en su oportunidad leída, el viaje se ramifica, se transforma, se convierte en muchos viajes: el de quien ha vivido, el de quien le escucha contar esa vida, el de quien escribe esa vida, el de los muchos que habrán de leerla. José Antonio Aspe lo escribió así: “…es sabido que los viajes son, finalmente, una correría en donde el desenlace no está escrito. Así es la aventura, así es la vida.”

En su novela Manos llenas de sol, Aspe nos cuenta la vida de don Daniel Bustamante Beltrán; le recrea, le deja andar a su aire por los caminos que le tocaron, como se dice en nuestros profundos pueblos, y le acompaña en todo tiempo como un testigo que estuvo ahí sin siquiera adivinar que estaba, que estaría y que su tarea sería la de prestar testimonio de cada paso, cada misterio, cada pena.

Es la vida de un hombre común, una vida universal que en su transcurso retrata al detalle un México que era y dejó de ser, uno que se venía gestando y también pasó, uno que se acaba mientras conversamos con estas letras y que recién dejó don Daniel, en 2014. José Antonio Aspe le acompaña en las frescas estancias de la casa de su tía Felipa, donde se crió allá en el viejo Teloloapan, y se va con él a los ranchos y caseríos del campo a visitar a su familia, a contemplar la obra de Dios, a presenciar las violencias atávicas de los guerrerenses y los morelenses, que bien pudieron ser aqueos, persas, casi no importa.

Como todos, don Daniel fue un hombre dividido. A él lo partieron el amor, el desasosiego, la ignorancia y la avaricia de quienes le rodearon en su infancia, y debió reunificarse solo a fuerza de abandono, hambre y miedo. Una de las experiencias que le templaron el corazón fue la noche en que su madre salió en la oscuridad de la sierra a buscar una partera acompañada por el resto de sus hijos. La negrura, los dolores, los gritos contenidos, los ruidos de los predadores y el peligro de los barrancos entre muchas otras circunstancias, le hicieron remontar años en una sola noche.

Los personajes que le rodean son intensos: El padre, silencioso, fuerte, resentido, imponente, cariñoso y brutal; la madre arquetípica de otros tiempos: dueña de sí, resignada, sumisa, incansable; las hermanas, muy distintas, pero trabajadoras y decididas, compañeras de uno u otro modo; y el hermano menor más silencioso que el padre, atrapado en un mundo alterno en el que no deja entrar a nadie y del que nunca sale, ni en las circunstancias más apremiantes.

Y en cada página, en cada palabra y cada letra, la vida que se afana con hacer todas las suyas, lanzando todos sus anzuelos, desplegando todas sus trampas, haciéndose perpetuar y repetirse, renovarse y reinventarse. Una demostración de cómo cada decisión tomada cancela los otros posibles destinos para siempre, de cómo errores y aciertos son lo mismo apenas, y sirven al propósito del ciclo en el que las gentes, a pesar de sus odios y vergüenzas, de sus pecados y desvergüenzas, danzan el mismo baile desde la noche de los tiempos, cumpliendo con los instintos y reprimiéndose con las hechizas leyes humanas que les atan.

Vida, amor, muerte, odio, prosperidad, pobreza, dualidad, brujería, tradición, lealtad, crimen, terror, vicios, y más se agregan y disuelven en el conjunto para condimentar la vida de un hombre que en su momento confesó haberlo visto todo; que en su momento tuvo el valor de contar cada mal paso, cada bajeza cometida, cada lección aprendida, cada salvación lograda y cada esperanza fundada, sostenida y revelada como su legado.

José Antonio Aspe alcanza indudablemente una de sus cumbres con este trabajo novelístico: la prosa se afina y adquiere versatilidad al disolverse en la voz de otro hombre; el estilo se desliza natural bajo los hechos, sin contaminar la escena, hay momentos de enorme lucidez que recuerdan los destellos sentenciosos y sapienciales de trabajos como el Silas Marner de George Elliott, por ejemplo.

Pero dejemos el comentario hasta aquí que lo importante es la lectura de la obra, lo merece. De este mismo autor son también los libros: Navíos y naufragios, Constanza, Tentación de decir, y Cuernavaca, recuentos y reencuentros, y además, vale decirlo, es uno de nuestros colaboradores.

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