Cuentámbulos

El lapisueño

Por Marcia Alejandra López C.

Este era un lápiz que no quería escribir. Cada vez que tenía que anotar nombres, números o direcciones fruncía su punta de grafito y hacía muecas. Eso de poner tantas letras, una tras otra, y colocar acentos, comas y puntos no era lo suyo.

Ya nadie confiaba en él. Si alguien quería escribir “magnesia”, el lápiz ponía “gimnasia”; si había que registrar la cifra 999 lo cambiaba por 666 y, al anotar “Buenos días”, el lápiz, enfurruñado, ponía “Malas noches”.

Un día, el lápiz le dijo al cuaderno de cuadrícula:

—Amigo mío, ya no puedo más; ¡esto no es vida! Yo no fui hecho para poner solamente letras y números. Ese no es mi sueño. No, me niego rotundamente a seguir así. ¡Renuncio!

Y el lápiz ya no volvió a escribir. Cada vez que alguien pretendía usarlo, ¡pum!, se le rompía la punta y se encerraba en un cajón para que ya nadie lo molestara.

Así fue, hasta que una mano lo tomó delicadamente, afiló su punta y comenzó a trazar líneas suaves, como acariciando el aire, sobre una tersa hoja de papel.

De vez en cuando una goma blanca, muy gentil, borraba algún trazo; pero lo hacía tan respetuosamente que el lápiz ni chistaba.

Y después de mucho ir y venir, un hermoso dibujo surgió del papel.

—¿Yo lo hice? ¿De verdad?—, dijo el lápiz, sorprendido. —Nunca imaginé hacer algo tan bonito.

—Y eso no es todo—, le susurró la hoja de papel. —¡Mira!

Entonces, uno por uno, fueron apareciendo los lápices de colores. Y el lápiz platicó de poesía con Azul y de divertidos cuentos con Amarillo; habló de mundos extraordinarios con Morado, de travesuras con Verde y de ternuras con Rosado. Y entre todos, en medio de risas y juegos, fueron dándole vida y color al dibujo.

Por primera vez, en su lapicienta vida, el lápiz se sintió feliz. Ahora sabía que ese era su camino; no eran las letras ni los números, sino dibujar mundos enteros. Y desde entonces no dejó de hacer cielos, mares, suspiros y sueños; su propio sueño que se hizo realidad.

Y además nunca, jamás, se le volvió a romper la punta.

lapiz La hormega Marcia López

Ilustración: Marcia López C.

2 Comments

  1. Que cuento tan encantador y delicado. Especialmente me gustó la imagen: «…trazar líneas suaves, como acariciando el aire sobre una tersa hoja de papel.» La aparición de los lápices de colores abre un arco iris de posibilidades de comunicación y creatividad. Me gusta también la ilustración. Gracias.

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