A través del espejo

¿Quiénes son los muertos?

Por Karla Winkler E.

Subí al auto y apreté los párpados, como quien revienta una copa en la mano. Cada vez menos paz: hombres torturados, mutilados; comunidades en llamas, mujeres violadas, niños hambrientos. Horror. Pavor. Depresión. Maullidos desolados, desgarrados, abandonados. Pájaros asustados entre tiros y ruido, siempre en la mira. Porque ellos, los cretinos, pueden verlo, oírlo todo, mientras tragan pizza y ponen snuff en sus pantallas. No sé cómo, pero de algún modo crecieron eligiendo la crueldad, la falsedad, la burla, esas formas legales y aceptadas de maltrato.

Sus pieles arden y hasta pueden quemarse solas en sus delirios de persecución. Viven propagando su odio a los otros, con los ojos miopes, los cerebros podridos y las encías agusanadas. Mienten, intimidan, difaman, arrebatan, pisotean la inocencia, el último jardín del mundo. Y gozan y ríen al esparcir las tripas de sus víctimas.

Pero, cuando no traen un arma encima, se orinan en los pantalones si sienten pasar un ratón por sus pies. No tienen idea de que no hay nada tan ponzoñoso y sucio como su consciencia, tan infecto como su miedo. Ni siquiera saben mirarse en un espejo. Un fascista no es otra cosa que un burgués asustado, decía Brecht.

El lado macho de sus fuerzas anida maliciosamente en todas partes, en el discurso que los incita a matarnos o a que ocupemos el lugar sumiso y obsoleto que les excita. Toca asistir al horrible ocaso de la humanidad; no queda más que escribir restos de angustia, y al abordar el auto comprender que los otros padecen este mismo infierno. Y manejar atenta, sin apretar los dientes, sin apretar las manos… para no estallar como una copa.

Foto tomada de http://mistresseva-eroticaandmore.tumblr.com